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miércoles , abril 24 2024
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Documental sobre la ex presidenta Martínez de Perón: calidad técnica y huecos importantes.

 

Por EDUARDO GURUCHARRI *

 

Debuté como cronista cinematográfico hace décadas, antes de cumplir los 18. Designado por mis compañeros de la revista cultural del colegio al que iba, hube de retocar mi carnet de estudiante para garantizarme el acceso a la sala donde se proyectaba La dolce vita, que hoy sería calificada apta para trece.

Reincidí como cronista una sola vez. Por tanto, es otra la razón que me ha impelido a comentar Una casa sin cortinas – el enigma Isabel Perón, el  filme del documentalista argentino Julián Troksberg  presentado el 19 de marzo en el BAFICI.

Lo primero es decir que la película tiene calidad, buena imagen, buen sonido y montaje ágil al servicio de un guión concebido para entretener al espectador, aún a riesgo de cierta imprecisión informativa. Los 92 minutos pasan rápido atravesados por la diversidad de relatos y opiniones a menudo contrapuestas de una veintena de entrevistados de muy diversa condición, desde el ex vicepresidente Carlos Ruckauf hasta la sencilla asistenta de Isabel durante sus años de prisión domiciliaria en la quinta de Perón en San Vicente, bajo Videla. O desde el pintoresco tarotista español que le pronostica el futuro en Madrid, hasta la artista Marcia Schvartz, quien guarda en su taller obras dedicadas al personaje –me arriesgo a describirlas, son de un expresionismo lapidario.

La pintora se queja de curadores desinteresados en promover su exhibición. Y da en el clavo: pocos peronistas quieren hablar de Isabel y tampoco parece negocio evocarla. Visto lo cual resulta un mérito de Troksberg haberlo puesto en evidencia y logrado un resultado aceptable.

No me sorprende esta suerte de negacionismo. Y tanto lo creo que procedo a informar a los lectores jóvenes: la bailarina argentina María Estela Martínez Cartas fue la tercera esposa de Perón. Se conocieron en Panamá en 1956, la segunda escala del exilio del presidente derrocado el año anterior. Él, más que la doblaba en edad: 62 y 25, pongamos. Tras residir en Venezuela y luego en Dominicana, en 1960 el General se trasladó a España con su discreta pareja. Allí se casaron. Ella se hacía llamar Isabel, nombre de reinas. Permaneció en Madrid cuando Perón cruzó el Atlántico para emprender el frustrado Operativo Retorno de diciembre del 64.

En octubre de 1965 Isabel aterrizó en Buenos Aires enviada por Perón como delegada. Él se preciaba de haberla aleccionado.  Fue su estreno en política. Tras un par de semanas de convulsionada permanencia en lujosos hoteles de Recoleta, la señora se hospedó en casa de un ex edecán de su marido, el Mayor Bernardo Alberte.

Tres décadas después, en ocasión de escribir Un militar entre obreros y guerrilleros, la biografía del Mayor, reconstruí los pasos de la dama durante aquella estadía de nueve meses en el país, incluyendo la reunión de la Logia Anael donde ella eligió a José López Rega para llevárselo a Madrid a fin de cubrir el puesto vacante de secretario del General. El dueto se había conocido por mediación de Alberte y al parecer, las mutuas creencias esotéricas hicieron el resto -María Estela las traía inculcadas por su padre adoptivo.

Completo la fase informativa para eventuales despistados: la señora Martínez de Perón fue la primera presidenta mujer de Argentina, y para mejor de toda América. En setiembre de 1973 fue electa como candidata a vice de la fórmula Perón-Perón que encabezaba su marido. Yo fui uno de sus votantes. Asumieron el 12 de octubre del 73 para un período de cuatro años. Juan Perón falleció el 1 de julio de 1974 y ella lo sucedió. Pero el 24 de marzo de 1976 fue derrocada y encarcelada por los mandos golpistas de las Fuerzas Armadas. Esa misma madrugada, Alberte fue asesinado en su domicilio por oficiales de Inteligencia del Ejército. En 1981, el dictador Viola permitió a Isabel exiliarse en España y aunque volvió al país invitada por el Presidente Alfonsín, ella continuó fijando su residencia en Madrid. El 4 de febrero pasado cumplió 90 años.

Vuelvo a la película.

-La presidencia de Isabel es una página negra de la historia argentina.

Algo así asegura al comienzo Nilda Garré, quien omite recordar que siendo una joven diputada nacional postuló sin éxito el juicio político de la entonces Presidenta.

A medida que la proyección avanza y las opiniones y relatos de los entrevistados se acumulan, tengo la sensación que el documental va cediendo, amenazado por el personaje que Troksberg ha creido un enigma. ¿Qué hay detrás del silencio de esa mujer huidiza cuando rechaza conceder una entrevista al todavía joven cineasta que ha golpeado su puerta? ¿Y si no hubiera nada, salvo cautela defensiva? El enigma se va disolviendo en melancolía, insinuando una pobre mujer dominada por los hombres y las circunstancias, que ha pagado sus pecados con tardío fervor católico –insinuado en agosto del 75 al prohibir la venta de píldoras anticonceptivas- resuelto en décadas de soledad y abstinencia esperando el juicio de Dios.

Termino de ver el filme y me asaltan las preguntas. Supongamos que a pesar de todos los pesares haya sido esa mujer dócil juguete, diríase hoy, de la sociedad patriarcal. En tal supuesto, la personificación de esa sociedad recaería ante todo en su marido. Perón no podía ignorar que su fin estaba próximo y que existía una alta probabilidad de dejar trunco su mandato. ¿Cómo dejar la presidencia en manos de una persona sin las condiciones necesarias y expuesta a un previsible vendaval? ¿Cómo pudo Perón permitirse semejante error? El postrero y sin duda más gravoso de toda su vida política, porque las consecuencias las pagó el pueblo argentino, el mismo pueblo que antes se beneficiara de sus aciertos. Y conste que la precedente es la respuesta más benigna que pude encontrar. Hay otras, por cierto.

Julián Troksberg es hijo de un economista y profesor universitario detenido desaparecido en setiembre de 1976, bajo Videla. Además, su padre fue uno de los tres mil docentes expulsados de la UBA en setiembre de 1974, bajo Isabel, al conjuro de la Misión Ivanissevich, la  intervención de las universidades nacionales encomendada en Buenos Aires al fascista Alberto Ottalagano.

Lo cuento para destacar el notorio esfuerzo del cineasta por aparecer neutral ante los entrevistados y  el personaje, al punto que la película, como documental presenta huecos importantes.

La palabra Triple A no se escucha ni aparece en los noventa minutos.

No hay entrevistas, siquiera una, a deudos de asesinados por la Triple A durante el gobierno de Isabel –yo tengo una lista muy parcial de cuatrocientos, con fecha y lugar. La omisión resalta porque sí hay entrevistas a ex presos políticos.

El vínculo de la señora con López Rega tampoco aparece en la dimensión que tuvo. El dueto compartió y ejerció el poder político discrecionalmente durante un año. Desde la muerte de Perón a la reacción masiva de la clase trabajadora ante el Rodrigazo. De julio a julio. Ese recuadro esencial no existe en el filme.

Cuando se restableció el régimen constitucional, Alfonsín se aseguró el apoyo del Partido Justicialista al juzgamiento de las juntas militares de la última dictadura, a cambio de salvaguardar a Martínez de Perón, todavía presidenta del PJ,  de la responsabilidad penal que eventualmente pudiera corresponderle por la represión ilegal y el terrorismo de Estado desatados bajo su gobierno.

En mayo de 1984 el Congreso votó una ley denominada ”de reparación histórica”, cuyas cláusulas exculpatorias cuadraban a una sola persona en el mundo. Justo a tiempo: la causa López Rega, que permanecía abierta en el Federal 3 porteño, era un clavo pronto para arder.

En 1986, Lopecito apareció en Miami y fue extraditado. Murió en prisión en 1989, con pedido de perpetua como jefe de la Triple A y autor intelectual de asesinatos muy notorios. El del diputado Rodolfo Ortega Peña al mes de asumir Isabel el gobierno y la tremenda seguidilla del setiembre negro de 1974. La Residencia Presidencial de Olivos fue un aguantadero de la Triple A. Allí también moró Daniel hasta que escapó del país con el título de embajador extraordinario otorgado por su amiga.

La ley especial que sostuvo la impunidad de la expresidenta aguantó hasta el gobierno de Néstor Kirchner. En agosto de 2004, la Corte Suprema declaró aplicable el principio de imprescriptibilidad de los delitos de lesa humanidad al caso Arancibia Clavel, el agente de la DINA chilena coautor del asesinato de sus compatriotas el exiliado general Carlos Prats y su esposa, perpetrados en Buenos Aires el último día del setiembre negro. El fallo entrañó una señal concluyente respecto a la calificación de los crímenes del terrorismo de Estado bajo un gobierno formalmente constitucional.

En enero de 2006, a instancias del fiscal federal Eduardo Taiano, el juez Norberto Oyarbide procesó a Martínez de Perón por “colaboración esencial” con la Triple A y solicitó su detención a España. La señora pasó unas horas presa en Madrid y declaró no recordar la reunión del gabinete nacional y mandos militares que presidiera en Olivos el 8 de agosto de 1974, en la cual su ministro López Rega proyectó diapositivas con la imagen de personas muy conocidas, mientras una voz grabada las acusaba de subversivas. La primera imagen correspondía al héroe de la resistencia peronista y ex subjefe de la policía bonaerense Julio Troxler. Al terminar la proyección, el ministro afirmó que esa gente debía ser eliminada, aserto que un mes después se convertiría en trágica realidad.

Regreso al 2006. La ex presidenta se negó a viajar voluntariamente y la justicia argentina pidió su extradición. La española la denegó, argumentando que haber presidido aquella reunión de gabinete “no es suficiente para establecer una relación causal a efectos penales entre quienes vieron las imágenes y quienes decidieron ejecutar tales asesinatos”. Visto lo cual, a la señora le quedó firme la orden de captura. Razón demás para no volver a la Argentina.

 

  • Periodista, investigador.  Autor de Un militar entre obreros y guerrilleros y La Patria Socialista. Una historia del peronismo revolucionario.

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